El dia, pues alguno de diciembre de 1997. El lugar, un Mixup en México DF.
Mi entonces amiga y yo hacíamos tiempo, manoseando discos, mientras esperábamos por otro amigo con el que almorzaríamos en un restaurante argentino, del cual sólo recuerdo al camarero eficiente y casi obsequioso que parecía revolotear en mi hombro.
Mi deambular por la tienda me llevó a la sección de música new age y clásica y, mientras trataba de descifrar el precio de un CD de New Age, me inundó aquel sonido. Una melodía suave, poderosa, simple, algo que supe de inmediato era para escuchar siempre. Busqué a mi amiga con la vista y la encontré a unos metros de mi, detenida en medio de un gesto, la cabeza ligeramente ladeada, escuchando también. Sólo entonces me percaté de que yo estaba conteniendo la respiración, atrapado en la melodía y exhalé con alivio. Y sin parar mientes en cifras ni precios, con la compulsión de los sedientos, compramos el disco, una compilación de clásicos de música barroca. Ese fue mi primer encuentro con el Canon en D mayor de Pachebel.
En versiones para música de cámara u orquesta filarmónica, o en concierto privado de violonchelo que aquella gustaba de tocar desnuda, es una pieza maestra, única, con lo genial de lo simple, un obstinato de 8 notas con variaciones que se suceden en ese intervalo y que uno no quiere que nunca acabe.
En fin, este es mi regalo de Navidad para todos mis amigos, así que audífonos, ojos cerrados y déjense llevar.
Gracias por el regalo brother..
ResponderEliminarBuenísimo. Se escuchó por acá enterito. Un abrazo Hv, y cosas buenas este fin de año.
ResponderEliminarGracias! muy bueno!
ResponderEliminarEso, HeNY, que nunca se acabe, ni las 8 notas y mucho menos las variaciones. Gracias mil!!!
ResponderEliminarJuana de Isla