En algún momento me sentí en control de las cosas. Llegué a sentirme vidente, lleno de ideas, conquistador plecaro del futuro. Hasta empresario me creí y fundé empresa.
Les contaba mis ideas a atentos y ceñudos oyentes durante mis visitas allende en la isla. Miraba los mapas, calculaba los números, preguntaba a los leguleyos y ardía en deseos por aprender los ardides. Les expuse ambiciosos y astutos planes, expliqué la necesidad de comprar terrenos, de hacerse de inmuebles, entonces que había buenos precios, casas contiguas, para poder demoler y construir. Les mostré los ejemplos y la futilidad de las joyas, el arte o las paladares: bienes raíces, amigos míos, a comprar las ruinas de la ciudad, los marabuzales del rio Tarará, el carso entre la Habana del Este y Cojimar, los cerros con vistas al río, los alcantilados con vista al mar, eso es lo que hay que hacer.
Y entonces a esperar que se mueran los dinosaurios, porque seguro se mueren, que viva la biología que se va a llevar a todos esos viejos de mierda y nosotros les daremos por el culo a sus descendientes, que ahora controlan un par de cosas, pero que sin sus mayores serán como cachorros sin tetas, almas en pena por tiempos mejores.
Y hay que apurarse, les decía, porque hay un montón de cubanos con plata por allá a fuera que están esperando la oportunidad para dejarse caer por acá y hacerse con la isla y los negocios, mira que aqui está todo por hacer y ya hay algunos que tienen inversiones a través de prestanombres de terceros países, ya tienen un pie en tierra y el otro en el aire, esperando la bienvenida hecatombe. Pero es que el dinosaurio mañana se levanta de malas, me decían, y da un coletazo y lo que hoy está bien mañana es un delito y está prohibido y perdemos todo y yo que dale, hay que comprar ahora, cuando el precio es bajo pues es alto el riesgo.
Y de contra están los americanos, coño, que hay que apurarse, esa gente tienen el dinero, las ideas y las mañas, cuando caigan no van a dejar ni donde amarrar la chiva, arriba, dale, y mi pariente izquierdista, “Que vengan que estamos preparados” y yo con ganas de decirle que no coma tanta mierda, pero es la familia.
Todo eran buenas ideas, dinamismo, dale, que yo pido un préstamo y traigo el dinero empezamos a comprar, parecía que ya estábamos al bate y entonces todo se jodió, el trabajo, los leguleyos, el negocio y llegaron las consecuencias de las indecisiones y malas decisiones y nos sorprendió el pitazo del tren que se alejaba.
En el tren se fueron las oportunidades, y ahora me dicen que los precios de las casas se han disparado, que el dinero está fluyendo en serio y la única esperanza que nos queda es que esa marea eleve el precio del triste apartamentico que nos queda en La Habana.
Y mientras me dicen, coño, tenías razón, había que meterle mano, me muerdo un dedo y me pongo a escribir, porque ya alguien lo había escrito, que las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra. Y el que pestañea, pierde.