domingo, 8 de marzo de 2015

Una consideración sobre una no-respuesta a una no-pregunta

Hace unos días escribí una opinión, que titulé “La fusta, la bota y la mala idea”, sobre un artículo llamado “Cinco horas y 73 días después” que publicó Jorge de Armas en “Progreso Semanal”.

La escribí, esa opinión, y la publiqué, al calor de la lectura de ese artículo de JdA que me pareció –y me sigue pareciendo- lamentable. Sin embargo, a posteriori, pensé que no debí yo haber publicado ese texto, pues cuando se escribe juzgando con rigor una opinión ajena, se debe mirar a la cara a esa persona, y mostrar la propia.

Pero para ese momento en que decidí que la publicación de mi texto no había sido una buena idea, ya no había remedio: mi artículo ya había sido difundido y comentado en varios lugares, y no había manera de darle vuelta atrás.

Le escribí entonces un mensaje privado a Jorge de Armas, donde le expliqué mi pena por lo sucedido, aunque no por lo escrito:

“Jorge,

Quiero decirte que lamento haber publicado mi artículo sin poder firmarlo con mi nombre real porque, si se va a hablar de alguien, hay que hacerlo así, de cara a cara. Estoy apenado por ello. No lo pensé a priori, y ahora pues ya no puedo darle atrás. Entiendo que no respondas y lo respeto, por eso te digo esto por privado, y aprovecho para decirte que no creo que seas un mal tipo; en mi opinión sólo estás con malas ideas detrás de una causa confusa, y quizás escuchando a las personas equivocadas. Suscribo entonces lo que escribí, y espero poder firmar eso y todo lo demás con mi nombre cuando mis asuntos personales en Cuba terminen. De paso te digo que por supuesto no tengo nada que ver con las opiniones que están escribiendo en mis posts personas que dicen te conocieron en Cuba.”


Envié ese mensaje, e incluí en él, de manera explícita que no esperaba respuesta, la cual, efectivamente, no recibí. Pero eso no era lo importante; sólo sentí que debía poner las cosas en la –según yo- justa medida.

Había dado por terminado el incidente, cuando leo entonces hoy, precisamente en el post de Facebook que me llevó en primer lugar al artículo de Jorge de Armas, un comentario hecho por este, respondiendo a una pioneril observación escrita por Arturo López Levy que, en un arranque de elocuencia, se aventuró inclusive en una segunda intervención. Los tres comentarios, relacionados al tema de mi artículo, se pueden leer a continuación en la captura de pantalla.



Debo decir, y es obvio para el que preste atención, que yo no escribo para ofender. Yo opino. Si a alguien molesta mi opinión, le ofrezco, aunque no vea la necesidad de hacerlo, una disculpa, y mi más sincera recomendación para que se atienda ese problema con un especialista.

Y no uso ofensas porque lo que escribo se vale por sí solo. No ofendo, además, pues es de pésimo gusto, de muy poca clase, decirle a alguien que es un tipejo, o un mediocre, aun cuando eso sea verdad. No lo hago. No es necesario hacerlo, de veras. No entiendo entonces por qué Jorge de Armas siente que lo ofendí, y no que argumenté.

Por otra parte JdA tiene toda la libertad, de estar interesado en hacerlo, en comentar en lo que escribo; no ya responder, por cierto, puesto que yo, en realidad, no le he preguntado nada.

Y si no comenta porque no le interesa hacerlo, pues no faltaba más, que no lo haga; no pasa nada. Se sabe que la realidad no se altera sólo por ignorarla.

Sin embargo, me resisto a creer que la razón para no comentar sea otra que la falta de argumentos, mucho menos esa pobre idea de que el uso de un seudónimo, que mantengo por razones personales que no viene al caso mencionar - y porque, en última instancia, así se me antoja- invalide en lo más mínimo lo que escribo.

Mi discurso y mis argumentos no van a cambiar un ápice el día –que va a llegar- que firme ese texto que escribí, y todo lo demás que he escrito y seguiré escribiendo, con mi nombre.

Mientras, a pesar de los pesares –ajenos- voy a seguir diciendo lo que puedo y quiero decir, y si alguien considera que lo importante es mi cara, y no mi letra, pues le enviaré una foto autobiografiada en su momento, si, por supuesto, paga por el envío.

Le mencionaba a Jorge de Armas en el mensaje privado, ahora público, que en mi opinión está escuchando a las personas equivocadas.

Bueno, pues admito que quizás me haya equivocado un tanto en esa afirmación: si necesitara Jorge asesorarse en perros y miedos, pues ya tiene al parecer a un experto segundón que le aconseje con conocimiento de causa: que para algo debe servir haber trabajado como sabueso del MININT, digo yo.

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