miércoles, 3 de abril de 2013

Mis primeras veces



De mi primera vez con un celular en mi mano, y de aquella mi primera conversación, sólo recuerdo que era un teléfono enorme, y que íbamos en un carro por el Malecón, en un día precioso. No recuerdo siquiera la fecha, ni con quién hablé, pero tiene que haber sido entre 1995 y 1997.

Sin embargo, recuerdo bien el primer celular que tuve, cuando, y por qué lo compré. Fue un Nokia, bastante grande, al que sólo le duraba la batería para unos 20 minutos de conversación.

Lo compré en México, en 1998, y lo compré con un plan que se llamaba “El que llama paga”. Resulta que entonces mi gente en Cuba me llamaba “por cobrar” y el conflicto resultaba en llamadas ilimitadas y gratis. De hecho, ese teléfono lo tuve por poco tiempo y enseguida lo sustituí por otro, también Nokia, al que la batería le alcanzaba para algo más de un par de horas de conversación.

Desde entonces, pues ha llovido. Los aparatos actuales, pues traen teléfono incluído, porque en realidad su propósito principal es la conectividad con Internet.

Pero la pregunta que aun no respondo, la que a cada rato sale en las conversaciones, es: ¿cómo podíamos vivir sin estas cosas?

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