Por eso no me
asombra la movilización, por orientaciones del aparato de la
inteligencia cubana, a través del cuerpo diplomático, de esas
personas que vociferaban y abucheaban a Yoani Sánchez en Brasil con
la sola intención de sabotear, no de dialogar. Y pienso que
revuelven esos lodos y agitan esos vientos con la esperanza, no
descabellada, de que algún extremista les saque de encima a Yoani,
que se les ha convertido en una verdadera pesadilla.
Y es probable que
haya más de esos tipos, que esos energúmenos de clase internacional
la esperen en Argentina, o España o en los propios Estados Unidos.
Y dos cuestiones
saltan entonces a la vista.
Primera, Yoani les
es sumanente incómoda a los dictadores, y la dejaron salir a ver si los oligofrénicos
logran desacreditarla, tiro que, auguro, les va salir por la culata. Y les va a doler.
Lo segundo es la
obviedad de la hipocresía y la torpeza del régimen cubano. ¿Qué
hubiera pasado, me pregunto, si la embajada de algun país en Cuba hubiera
fomentado una protesta popular contra, digamos, Camila Vallejo, la
comunista chilena que visitó Cuba el pasado año?
Y la pregunta
obviamente es retórica, se sabe que hubiera pasado: todos los manifestantes estarían presos, acusados de ser agentes de la CIA, el Imperio y el capital internacional.
Pero a pesar de los pesares, y a pesar de la bestia y sus lacayos, siento que hay más sol
que manchas, y mucho más Yoani que esbirros. Siento que se van a llevar muchas sorpresas.
Mientras tanto, suerte para ella.
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