El primero de esa larga cuesta
arriba, o cuesta abajo, quién sabe, pero que a todos nos ha tocado
andar. Unos hemos llegado al final, otros han encontrado sillas en el
camino, pero todos hemos estado ahí.
Y es que mi pequeño
comenzó en el Pre Kinder, tres horas diarias que parecen una
eternidad. La madre lloró al verlo irse en ese inmenso autobus, yo
estuve con el teléfono pegado en la mano todo el tiempo.
Él, pues feliz y
ansioso de regresar a la escuela al siguiente día.
Ojala le dure...
No le durará, y cuando llegue el tiempo de negarse a levantarse en la mañana e inventar maluqueras medievales para quedarse en casa, la Havanera y tú recordarán este día con ternura hacia ustedes mismos y unas ganas enormes de que regrese para hacerlo todo al revés.
ResponderEliminarSi, eso me recuerda a mi mismo, que me sentaba acabado de bañar, sin camisa y mal secado, en la terraza de la casa, esperanzado con que la brisa me provocara un catarro que me salvara de escuelas, pero aquella mi salud de mataperros siempre me traicionó...
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