viernes, 17 de diciembre de 2010

Vino agrio

La disidencia cubana está en baja. O al menos eso es lo que se infiere de lo que se lee.

Que están desconectados de la población, que su discurso es cansino y poco efectivo, que están altamente fragmentados, con rencillas internas, grandes desconfianzas y protagonizando hasta broncas callejeras.

Para colmo, hay mucho énfasis en el dinero que reciben para financiar sus actividades, parece haber poca claridad en el manejo, no sé, se levanta un tufo mohoso, desagradable. Y mucha decepción, porque no se ve ni el asomo de un líder que pudiera tomar las riendas de la nación.

Por otro lado, la oposición cubana no está estructurada, no hay una plataforma política fresca, coherente, algo que uno pueda abrazar. Hay varias organizaciones, con más nombre que sustancia, hay individualidades que se conocen en mayor o menor medida, pero no hay un asidero, una referencia sólida: la oposición cubana es un bebé político que ni siquiera gatea. Y el dinosaurio debe estar de plácemes.

Y yo me pregunto: si mañana hubiera la gran apertura que todos soñamos, ¿qué pasaría?

Nada bueno, por lo que se ve.

2 comentarios:

  1. Cuando venga "el gran cambio" tú y yo seguriremos siendo disidentes, eso es lo que va a pasar.

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  2. Ja! Eso te quedó estelar.

    Es el destino de los que están en las nubes, I guess...

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