De alguna manera, el
anuncio de Raúl Castro acerca de que éste es su último mandato, y
el nombramiento de Díaz Canet como primer vicepresidente,
funcionario este último cuyo mayor mérito es tener sólo 52 años, marca el
inicio de un conteo regresivo para cambios fundamentales en Cuba.
Cuáles serán estos
cambios, no lo sé, no lo sabe nadie. Ni siquiera lo saben esos
ancianos que aparentan ser previsores, pero que lo único que
pretenden es vivir sus últimos y escasos años aferrados al poder.
Muestra de ello es que, para equilibrar a Díaz Canet, nombraron a
Lazo, casi octogenario, como presidente de la Asamblea Nacional.
Y la verdad, no creo que a
los ancianos dictadores siquiera les importe lo que viene después.
Yo ya no conozco Cuba y
sus interioridades. Hace muchos años que la abandoné, y pienso que,
para tener una idea certera acerca de posibles escenarios, hay que
vivir allí. Pero aun puedo, sin embargo, distinguir algunos aspectos
interesantes:
¿Cómo ven los generales
a este Díaz Canet, que es un producto post-Sierra Maestra, opaco y
con pinta de “advenedizo” por demás?
¿Cómo reaccionará la
cúpula dirigente si, retirados los Castros, este señor resulta ser
un reformista a la Gorbachov?
Si la Ley de Ajuste
desaparece, como todo parece indicar que va a suceder, eso va a
aumentar la tensión y la desesperación de los cubanos:
¿Cómo reaccionará la
población en general?
¿Y qué tal los jovenes,
cuya mayoría parece indiferente y desencantada con la realidad
cubana?
Si hay una apertura
política a corto plazo (en Cuba, 5 ó 10 años, son ambos “corto
plazo”...), ¿será brusca o habrá una época de blanda
transición?
Y si hay una apertura política, ¿Habrá alguien en sus cabales que piense que sólo eso resuelve el problema cubano? ¿Cuántas generaciones harán falta para traer a Cuba al siglo XXI?
¿Qué pasará con esa
nación, que ha vivido siempre con el miedo a decir, acostumbrada a que
Papá Estado le “resuelva” todos los problemas, y que no conoce
de pagar rentas, seguros, hipotecas o tarjetas de crédito?
Muchas son las preguntas
que me hago en estos tiempos, pero lo que más me entristece es que
me doy cuenta de que, en realidad, no me importa mucho lo que suceda.
El país que yo extraño
ya no existe, aquellos ya no son ni mi barrio ni mi casa, no pienso
regresar a vivir allí, y me decepciona todo lo que veo y leo, ya sea
sobre los dictadores, el pueblo u opositores, ya sean de allá o de
aquí.
Sólo espero que todo
cambio sea para bien, los cubanos lo merecen, aunque no estén
haciendo nada para ganarlo.
Suerte, mi gente, que la
van a necesitar.