jueves, 16 de abril de 2015

El tirano obvio y el Presidente astuto

Los porqués, y no las consecuencias, en esta nueva etapa de las relaciones Cuba-Estados Unidos, son, como siempre, lo más interesante.

¿Por qué accedió el desgobierno de Cuba a negociar?

En primer lugar, para recuperar sus espías. Quizás, se pudiera decir ´en único lugar´, si no fuera por la necesidad endémica de mecenazgo de la que padece el régimen cubano. La supervivencia del desgobierno, que garantizó durante 30 años la extinta URSS, y cuya responsabilidad heredó la Venezuela de Chávez-Maduro, está en grave riesgo.

Hay que conceder que el generalazgo ha tenido la visión de predecir el declive y pronta desaparición de Maduro y el chavismo (aunque tampoco había que ser un genio para llegar a esa conclusión); el total fracaso de la diplomacia venezolana en Panamá no fue más que otro síntoma -grave- de ese proceso; otra advertencia de que la válvula que controla el flujo de petróleo hacia Cuba puede empezar a cerrarse en cualquier momento, y desatar otra crisis de esas que los dictadores llaman especiales.

Entonces, a pesar del deseo de los castroancianos de que todo permanezca igual, del apoyo aborregado de los adoctrinados, y del apaño vergonzante de miembros y sectores del intelectualismo -dentro y fuera de Cuba-, la era de la bravata y la arenga -aunque resulte difícil de creer, visto el fatigante e insulso alegato del general heredero en Panamá- tiene que dejar paso a un enfoque de renovador pragmatismo, so pena de desaparecer.

El acceso potencial a capital americano, al vigor de su empresariado, inclusive al mercado americano (aunque esta es una posibilidad remota, pues Cuba, fuera de los habanos, no tiene casi nada más que ofrecer a ese mercado), así como el arribo de inversionistas, tecnología, servicios e infraestructura, representarían una imprescindible bocanada de vida para el desarticulado desgobierno cubano.

La generosidad del Presidente Obama les ha venido entonces como anillo al dedo para esos propósitos de desesperada supervivencia.

Pero, ¿es generosidad en estado puro la del presidente americano?

Leía ayer un extenso artículo donde se explicaba con minuciosidad que la principal motivación del gobierno de los Estados Unidos sería una reparación de su deteriorada imagen en América Latina, un acercamiento de casi borrón y cuenta nueva, de joséjosésico ya lo pasado pasado. Bueno, quizás en un mundo en movimiento rectilíneo uniforme, en un sistema aislado, homogéneo, isotrópico y académico, eso sería estrictamente cierto. Pero, como sabemos, este es el mundo real, donde están los Estados Unidos, que son larger than Obama. Y Obama trabaja para los Estados Unidos.

Cuba es el pretexto de turno para que se abran las puertas, y se restablezca la confianza que los Estados Unidos necesitan para reafirmar su hegemonía en el continente y así poder mantener a raya a China y Rusia en la disputa por la influencia global. No hay que asombrarse entonces del apoyo tácito que los republicanos
le están ofreciendo a esas iniciativas presidenciales.

Los países de la América de Ellos, por su parte, están más que dispuestos a optar por su principal socio comercial de siempre, por el líder mundial en todo, en lugar de por unos advenedizos a los que entienden menos aun que a los americanos; aceptan entonces la mano que se tiende, y hacen de la vista gorda de los que salen jodidos: los cubanos.

Cuba es un peón, al que juegan en esta megapartida, y su desgobierno todavía tiene la impudicia de jactarse de su permanencia en el juego. Los cubanos, pues ni siquiera saben que ese juego está en curso, si bien quizás intuyen que su futuro depende totalmente de estos amagos de amistades nuevas.

Obama, el astuto, a nombre de la perdurabilidad de la hegemonía americana, le ha hecho sentir al general y a su islapais que realmente importan; mientras, ha condenado a los cubanos a seguir en su marasmo, eliminando la posibilidad de un cambio, a corto o mediano plazo, por asfixia del régimen.

Y lo pudo hacer así porque los dictadores son predecibles, obvios, fáciles de contentar; todo lo necesitan es permanecer, y eso precisamente es lo que ganó Raúl Castro: tiempo.

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