martes, 8 de enero de 2013

Defect or emigrate, that´s the question


Hay palabras que dejan un mal sabor. Defector, en inglés, es una de ellas. No me gusta, nunca me gustó, y menos aun después de buscar significados, traducciones e interpretaciones.

No encuentro en español un equivalente a defector, no encuentro esa tenue separación entre defector y traitor que se logra en inglés. Pero algo sí está claro:

Me jode la palabra.

Y traigo el tema porque la víspera de año nuevo, en casa de una amiga, conversaba con una señora, de verborrea incontenible y ojillos de ofidio, que indagaba acerca de cómo llegué a los Estados Unidos. Decidí quedarme a vivir fuera de Cuba mientras trabajaba para una institución académica en México, le explicaba y después, pues la frontera y los Estados Unidos.

“Ah”, dijo entonces la señora con un dejo despreciativo, “defector...”

“No”, le respondí en tono suave y sonriente pues, vamos, fin de año, en casa ajena, en fin, “sólo emigrante...”

Whatever...” dijo mientras los ojillos, que me observaban fríos, lejanos, se clavaban en una pared distante.

Y yo tomé mi copa de vino, tomé un sorbo, le sonreí a alguien y cambié de tema.

Pero me quedé con unos deseos tremendos de ir a fondo, de lanzarme y argumentar y demostrar, pero no creo que ni la señora hubiera cambiado de parecer ni que por ello los cubanos emigrantes, que ya por decreto éramos gusanos, dejáramos de ser considerados, en inglés, defectors.

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