Año que ha terminado
bien. O bastante bien, sin afán de queja.
Como casi siempre, miedos,
fantasmas conjurados, zozobras y alegrías.
Año final para mi madre,
cuya risa atesoro.
Mi hija mayor recorre los
ultimos meses en la universidad, mientras que mi hija menor apenas
comienza esa cuesta arriba. Mi hijo se estrena como escolar en el
pre-kindergarten y no puede estar más contento.
Tengo la suerte de
conservar a los amigos de siempre y, ademas, disfruto de nuevas
amistades. Otras han llegado desde décadas de distancia, lozanas,
vivificantes. Y algunos, pues se han ido lejos y de los que sólo nos
quedan las voces y la esperanza de volverlos a ver.
Cuba, tan desgraciada como
siempre. México, tan querido, sufrido y añorado.
Mi esposa, cuya belleza
parece inmune al tiempo.
Mis propósitos de vivir
para siempre, pues entorpecidos por la molicie, el pan y las grasas.
Debo revisar mis propósitos para este año que todavía huele a
nuevo.
Y por supuesto, siempre
está esta certeza de que todo lo nuevo es mejor.
Feliz año nuevo,
entonces, a todos y que lo nuevo les sea leve y bueno.
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