El Malecón sin agua

Tiempo ha que tuve yo una novia en el Cerro, donde está la Llave, novia a la que visitaba puntual cada sábado en la noche. Y terminada la visita, de regreso a mi Santos Suárez, pues siempre fue mejor opción echarse a caminar que esperar una 83. Y como la distancia más corta entre dos puntos en este nuestro mundo euclidiano es la línea recta, pues mi camino de medianoche me llevaba por la Calle Salvador, atravesando el Canal del Cerro.

Y tanto va el cántaro a la fuente, o El Havanero pasa por el Canal, que una noche, justo cuando rebasaba dicho lugar, desde la oscuridad me conminaron a detenerme y, ante mi negativa, un par de piedras volaron en mi dirección. Ni corto ni perezoso, hube de recoger otro par de piedras y lanzarlas a ojo de buen cubero, con tan buen tino que se escuchó un grito de dolor y un “´párate ahi, singao!”

Era yo por esos tiempos un corredor aceptable, hasta en el 4 x100 de mi escuela estaba, y asi fue que me desprendí Salvador arriba en dirección a Via Blanca, la cuál crucé como bólido, para acto seguido subir las escaleras del Malecón sin Agua, haciendo entrada rápida y triunfal a Santos Suárez y dejando atrás pedradas y mentadas de madre.

Y me acordé de todo esto leyendo este artículo acerca del Malecón sin Agua, desde donde el Cerro y Santos Suarez se observan con desconfianza y adonde van los amantes furtivos.