jueves, 18 de agosto de 2016

Oficio de papagayo

Hay una buena parte del exilio cubano que ha reconstruido su vida, y la de su familia, viviendo de manera digna y decorosa.

El exilio cubano que, se sabe, subvenciona en buena medida la economía cubana.

El exilio cubano, variopinto como es, que cuenta además con una inmensa cantidad de exitosos profesionales, empresarios, intelectuales, deportistas, y artistas. Tengo el privilegio de conocer a algunos personalmente, y a varios los puedo llamar amigos.

A todos ellos, a todos nosotros, que ostentamos, y con orgullo, diversas ciudadanías, a todos los que salimos de Cuba porque nuestro talento, vida y futuro estaban sofocados bajo la mole de escombros que apiló sobre nosotros el desgobierno de la isla, nos llama, los llama ex-cubanos”un impresentable personajillo de la claque oficialista cubana, un tal Randy Alonso.

El triste vocero llama ex-cubanos a los deportistas cubanos que, bajo la bandera de otro país, compitieron en las Olimpiadas. Por extensión, nos llama ex-cubanos a los que tuvieron, tuvimos, la oportunidad y el talento para salir de Cuba y hacernos de una nueva y mejor vida profesional y personal gracias a las oportunidades que en la isla no existen.

No sé a derechas quién es ese hombrecillo, ni cómo llegó a ser una suerte de voz y rostro de la oficialidad, confirmación por demás de que ese ente, la cosa oficial, es muy fea.

Tengo entendido que llegó a la televisión junto con las mesas redondas, y yo, que tuve la suerte adicional de librarme de conocer tales cosas al dejar Cuba en el año de gracia de 1997, pues me enteré de la existencia de este ejemplar de la nueva horneada panfletaria muchos años después, y eso solo porque tengo el hábito de leer en Internet sobre Cuba.

Este compañero debe haber sido sacado a flote por la putrefacción de la profunda crisis socioeconómica de los años noventa en Cuba: había entonces que ser muy desalmado para sentarse a defender lo indefendible, a manipular, a desinformar. Y hay que ser muy miserable para seguirlo haciendo todavía.

Nadie, y mucho menos alguien que no aporta nada a la cubanidad, al país, que no es capaz siquiera de ganarse la comida que consume, tiene la potestad ni la autoridad, moral o legal, para descalificar a un cubano tan solo porque este viva y prospere en otro lugar.

Vamos: uno ya no es de Cuba porque allá no vive y con toda probabiliad nunca más lo haga. Pero uno sigue siendo cubano, porque, como escribí casualmente hace unos días “tan solo por decir ´soy mexicano, soy español, soyamericano´, no se le desprende a uno la cubanía, que es costra,piel y entraña”.

Sirva esto para calar la mediocridad rampante de los informadores y de los medios de comunicación en Cuba, que siguen depredando amparados por el aparato oficialista y la total falta de libertad de expresión.




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