Nada más hizo Obama
alzarse con el triunfo y allá se fueron las legiones republicanas a
lamer sus heridas y a buscar culpables. Y vaya si los han encontrado: han determinado que el voto beige, el de los hispanos, los mantiene alejados del poder
supremo.
Y, demostrando que
pragmatismo y cinismo no se estorban en una misma oración, algunas
prominentes figuras republicanas inmediatamente han dicho que hay que
darle luz verde a la reforma migratoria, que mira que los hispanos no
son los que mas se cuelgan de la seguridad social, que son gente
trabajadora, vaya, que los republicanos están restaurando el orgullo
hispano, mira tú que cosa.
Pero otros, mas metódicos, se han sentado
ante los datos duros del censo y han encontrado verdades aterradoras:
lo peor, queridos, está por venir, han dicho. Y es que los beige se
reproducen mas frecuentemente que los autotitulados blancos y,
horror, en unos años las legiones de hispanitos, ya crecidos,
votarán, y todos sospechan que votarán demócratas. Y cada día
habrá mas beiges y menos blancos...
Y he aquí entonces que el
grito de guerra de los republicanos ya no es “¡Cierren las
fronteras!”, sino “¡A mojar, coño, a mojar, que nos
extinguimos!”, y hasta están cancelando las suscripciones a la TV
por cable para irse temprano a la cama.
Nada, cosas de la
evolución y la nueva nación.
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