jueves, 26 de julio de 2012

De la muerte y las miserias


A la espera de lo que puedan decir los sobrevivientes del evento en que murió Oswaldo Payá, me llama la atención, en primer lugar, la premura de Elizardo Sánchez en declarar que todo fue un simple accidente, sin datos periciales, así, rapidito. Premura que parece orden acatada.

Lo que resta, sin embargo, me hace sentir pesimista.

Parece plausible que algún asesino idiota haya planeado matar, literalmente, varios pájaros de un tiro, a unos europeos entrometidos en política local, vaya, para que aprendan a mantenerse alejados de Cuba y sus asuntos, diría el asesino y, por supuesto, por qué no, a Oswaldo Payá, el más sólido y moralmente inexpugnable opositor al régimen. O que simple, desgraciada y absurdamente, sólo haya sido un accidente. Yo regresé recientemente de Cuba y puedo dar fé de que manejar allá implica un riesgo altísimo por el pésimo estado de calles, avenidas, carreteras y el sistema de señalización casi inexistente.

Pero lo que me temo es que, aun cuando salga a la luz que hubo otro implicado en el accidente, un camión o auto que haya embestido al de Payá y que lo haya sacado de la carretera, alguien probablemente dirá: “Estamos investigando los sucesos...”, y todo irá cayendo el el rápido olvido de estos tiempos repletos de sucesos. Y por supuesto, no habrá pruebas de la implicación del aparato represivo cubano en el asunto.

Finalmente, lamentable es la muerte de ese cubano tremendo, lamentable es Cuba y su miseria, y lamentable es leer las injurias y ofensas que se han escrito sobre Payá. No hay dignidad ni honor en vilipendiar a un adversario a la hora de la muerte.

Mierda de gente, mierda de gobierno, mierda de país, donde sólo hay partidarios y enemigos.

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