viernes, 20 de julio de 2012

Cuba: entre la desesperanza y la ingenuidad

Para muchos, quizás la mayoría, la solución para el Problema cubano es asombrosamente simple: que se vayan los Castro y sus vasallos y que se instaure la democracia. Y ya está, resuelto el Problema. Y yo me pregunto si esa desmesurada muestra de ingenuidad y simplismo no es también parte del Problema.

En dependencia de quien aborde este tema, el famoso Problema puede ser o el megadesastre económico, para los que sufren las calamidades cotidianas, o el régimen dictatorial, para los que tienen inquietudes políticas. Y están, por supuesto y por suerte, quienes ven en el primero una consecuencia del segundo.

Sin embargo, parte fundamental del Problema, como en todo asunto humano, son las personas. Ni la economía ni la política ni la nación se hacen con incapaces e indolentes. Y la sociedad cubana, ya vista de cerca, los ciudadanos, los diversos grupos sociales, dada su condición intelectual y de conciencia ciudadana actual, es incapaz de construir un sistema socioeconómico eficiente y exitoso.

La incivilidad, la falta de valores de convivencia, el miedo, la indolencia, el embotamiento de la iniciativa individual, el lógico desconocimiento del know how de la vida moderna, los jóvenes empantanados en una subcultura de vulgaridad, la falta de información, el adoctrinamiento, 50 años de dictadura y aislamiento, han convertido a la sociedad cubana actual en una masa informe que no sabe como resolver sus propios problemas.

No es un mal que no tenga remedio, es cierto, si bien requerirá de mucho tiempo para cambiar esa condición. Quizás un par de generaciones, unos 50 ó 60 años. Un pestañazo.

Por otra parte, algo más inmediato es ese mal necesario, el gobierno, y la primera pregunta que se me ocurre es quién sustituiría a los actuales gobernantes.

La oposición cubana, escasa, fragmentada, dispersa y acosada por el aparato represivo, está integrada, en lo fundamental, por personas cuyo principal mérito es ser valientes. Dentro de ese grupo hay gente de a pie, algunos intelectuales o simplemente personas con deseo de un cambio político. No cuento entre los integrantes de la oposición, por supuesto, a oportunistas y espías. Pero lo que definitivamente no veo es un programa político, social y económico alternativo, una propuesta concreta y plausible, algo que, si mañana temprano Raúl Castro y su caterva de ancianos desapareciera, pudiera ser implementado y que, con ello, comenzara la nueva nación.

Es curiosa la forma en que se refiere a algunos de estos temas el señor Dagoberto Valdés Hernández, cofundador y editor de las revistas Vitral y Convivencia, en un reciente artículo llamado “Cuba sí tiene pensamiento, proyectos y protagonistas para su futuro”.

El primer párrafo del escrito define el tono del resto del artículo, que se pudiera resumir en lo siguiente: el que diga que no hay proyectos viables ni actores serios (para un cambio en Cuba) es una suerte de enemigo. Y lo segundo que salta a la vista es que el autor parece tener la solución para todos los problemas cubanos y esta es: democracia, democracia y democracia. Peculiar democracia, por cierto, esta a la que el señor aspira y que al parecer ya no incluye a quienes desconozcan o cuestionen a los actuales opositores. Ah, ese pequeño dictador que todos llevamos dentro...

Más curioso aun resulta leer que el autor critica las voces que supuestamente claman por otro caudillismo o liderazgo personal pero a la vez, en todo el escrito, el señor Valdés menciona constantemente a los intelectuales como protagonistas, artífices y salvadores de la nación, quizás deseando en lugar de un Presidente o Primer Ministro, una suerte de poliarquía de intelectuales, algo así como la olla de grillos que es actualmente la intelectualidad cubana y que es fácilmente apreciable en un recorrido por Internet.

 Pero lo realmente desconcertante es que ni una sola vez menciona a los que realmente deben protagonizar el cambio, a la nación, a la gente, a los cubanos, como principales actores de cualquier cosa que suceda..

En mi opinión de observador independiente, no afiliado a políticas ni políticos ni a líneas o curvas de pensamiento y con la objetividad (poca o mucha, se admiten discrepancias) que da el vivir en el exilio, la nación cubana necesita para rehacerse y despegar del horrible marasmo en que está sumida, como mencionaba más arriba, dos ó tres generaciones de cubanos, gente nueva, desintoxicada, alejada de los valores y estados mentales que priman actualmente entre los cubanos de allá y de aquí. Y menos ingenuidad, eso es un hecho.

Se precisa, además, de una cantidad astronómica de recursos para reconstruir las ciudades, las calles, casas, sistemas de distribución de agua y energía, la agricultura, la industria pesquera y marítima, renovar y modernizar todas las industrias, rescatar la minería, reparar y construir los sistemas de comunicaciones vial y de ferrocarril, ejército y policía profesionales y no politizados y, por supuesto, un gobierno central eficaz, eficiente y capaz, sin corrupción, que al vez desentralize a gobiernos locales, independientes y eficientes, que creen la confianza necesaria para inversionistas extranjeros. Y todo ello, por supuesto, y aquí finalmente coincido con el señor Valdés, en la democracia.

Al pensar sobre la magnitud de lo anterior, me lamento porque ni yo ni mis hijos ni mis nietos veremos la Cuba que todos quisiéramos, la otra Cuba con la que todos soñamos y que no existe. Es triste pensar que nos tocó a todos, inclusive los que allá viven, ser exiliados de un país terrible, exiliados que nunca regresaremos al país maravilloso que siempre debió ser, y que estoy convencido será de nuevo en algunas décadas, nuestra Cuba.

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