miércoles, 13 de julio de 2016

Doce, cero, ocho

Fui fumador empedernido.

Comencé en la pre-adolescencia, atraído por el aroma del humo de los cigarrillos. Aroma, que, curiosamente, ahora me resulta hediondo.

Y Aromas se llamaban los primeros cigarros que fumé. Los robaba de una gaveta en el cuarto donde dormí durante mes y medio, en unas magníficas vacaciones en casa de mi familia materna, a la orilla del Río Hondo, en Pinar de Río.

Me habían asignado una yegua, de pelaje tordo, ya matunga, muy dócil. Me enseñaron a ensillarla; “No la corras....”, me dijeron, “que tiene resabios”. No los tenía, o no los tuvo conmigo, ni siquiera la vez que, regresando de un monte remoto, ya caída la noche, la llevé al galope por una senda estrecha, casi invisible entre tanto yerbajo, cruzada por zanjas, plagada de huecos fangosos.

Tuve suerte esa vez. No así con los cigarrillos, que fumaba a escondidas, en el borde más lejano de la arboleda de mangos, y a los que poco a poco me volví adicto.

Después de los Aroma, fueron los Populares, los Mars, los Sparta, tupamaros caseros, H Upmans, Raleighs, Camels, Marlboros regulares y, finalmente, Marlboros lights.

Una mañana, hace doce años, en el polvoriento y calcinado norte mexicano, me desperté y, antes siquiera de ir al baño, decidí dejar de fumar.

Por ese tiempo consumía una cajetilla diaria, veinte cigarrillos, y mi rutina diaria giraba alrededor de mis pausas para fumar. Mi oficina, mi auto, mi entorno, apestaba a humo de cigarrillos; “Tienes la boca amarga...”, me dijo, asombrada, una muchacha que me favoreció con su preferencia alguna vez.

Y esa mañana, hace doce años, dejé de fumar.

Por estos días me estoy desintoxicando de otra adicción: las redes sociales que, como el humo azulado de los cigarrillos, invadieron mi rutina, y comenzaron a consumir un tiempo que, desgraciadamente, no tengo. 

Adicción que disfrutaba porque, ¿qué más quisiera que poder seguir leyendo y escribiendo en un mundo organizado, lleno de opciones, inmaculado, donde yo decido quién “vive” y quién “muere”?

Es este, entonces, mi año cero alejándome de la virtualidad.

Desde esta sobriedad, también virtual, reafirmo que la red social es útil, interesante, pero es también absurda: yo no soy el que allí escribe, ni son “ellos” los que me leen. Somos presencias filtradas, parcheadas con emoticones, mostrando fogonazos de una vida despojada de la vulgaridad de lo cotidiano, melodrama con guión infinito y algun happy end ocasional.

Me aburrí.

No obstante, gracias a las redes sociales he tenido la oportunidad de interactuar con personas agradables e interesantes; muchas ahora están entre mis amigos, y hasta he conocido a algunas allá afuera. Pero no es menos cierto que la red social es un mundo extraño, enajenante por momentos, mundo que eventualmente volveré a visitar, pero que no pienso volver a habitar.

Hoy, además, cumplo ocho años en los Estados Unidos.

Seguimos.


7 comentarios:

  1. Verdad es que el mundo virtual enejena un poco..pero no dejes de actualizar tu blog!!
    Aqui se te quiere!!

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  2. A pesar de tu decisión (que por supuesto se te respeta) quiero que sepas que se te extraña, ya el Fb no es el mismo sin el solar de labanero!

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  3. No tengo vicio de redes sociales(no he tenido, ni tendré) pero extraño mucho tus agudos comentarios y tu particular sentido del humor. Creo que ahora estaré aun menos en facebook y mas en tu blog. La gente como tu, que no se limita a ser un espectador de la vida sino que encuentra opciones y soluciones inspira a otros a hacer lo mismo. Si alguna vez pensaste que perdías tu tiempo quiero decirte que hoy ando con una cámara fotográfica idéntica a la tuya tomando fotos a "todo lo que camina y corre" jajaja y soy mas feliz.

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    1. Gracias, Yamilina :) Pero mira que eres recortera... Por qué no te compraste una Canon? :D

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  4. CANON TU ESTAS LOCO!!! UNA NIKON IGUALITICA A LA TUYA JAJAJAJA

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