jueves, 5 de febrero de 2015

Rutina

Yo, y una señora obesa, que siempre viste de negro, que camina lento y con cierta dificultad, acudimos la mayoría de las mañanas a una cita con puntualidad de amantes.

Nos encontramos en la intersección de dos calles amplias, de dos carriles, con anchos separadores. Yo, en mi auto. Ella caminando. Yo observándola. Ella cruzando, invariablemente en diagonal, la ancha intersección, 30 metros quizás, peligrosa tierra de nadie, en la penumbra de esa hora a medio hacer del amanecer.

Hemos coincidido, a la usanza de los buenos amantes, en todas las combinaciones posibles: nieve, lluvia, calma y viento; yo, esperando mi luz en el semáforo; ella, apenas comenzando a cruzar; yo, cruzando veloz; ella, detenida en medio de la calle; yo, mirando; ella pasando; yo pasando; ella que ya pasó.

Un día no va a estar. La van a matar. Un auto que va a conducir un tipo malhumorado por la resaca y las cuentas por pagar, o un joven tecleando su primer mensaje del día, o una mujer que va a llegar inexorablemente tarde a su trabajo pero, eso sí, maquillada, y se acicala mientras maneja en la semioscuridad a 50 millas por hora. Uno de ellos la va a embestir, la va a hacer volar, y ella va rodar por el asfalto, convertida en un informe bulto negro al que se le acabó la suerte.

Tengo la esperanza que ese día nunca llegue. Pero, si llega, espero que el azar que ronda hasta a las más rancias rutinas haga que esa mañana yo falte a nuestra cita.

4 comentarios:

  1. ¿Y por qué no le dices?

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  2. No, mejor no, que va y la mujer lo insulta por meterse en su vida, jajajá... A lo mejor camina para hacer ejercicios, como está chunkyta.
    Me encantan tus posts, pero voy a cocinar mi pulpeta. Hasta lueguito...

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    1. Esa es una posibilidad, que me diga mind your on bussiness...

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