miércoles, 19 de enero de 2011

Survivor Cuba

Cierta vez fui invitado a visitar la majestuosa Sierra Tarahumara, ubicada en el norte de México. Era un recorrido de dos días, una suerte de “todo incluido” y parte de las inclusiones era la visita a una cueva donde vivía una familia de indígenas tarahumaras. Sin pensarlo dos veces decliné la invitación. “Nada más imagina que cada semana venga a tu casa un grupo de desconocidos, extranjeros, a ver cómo vives”, le expliqué a mi decepcionado anfitrión, “Le tomarían fotografías a tu cocina, a tus camas, a tu baño, se asombrarían con lo que tienes en tus estantes y con la disposición de tus muebles. Tú, tu esposa, tus hijos, serían simples objetos exóticos, con tu privacidad expuesta a quién quisiera examinarla….”.

Años más tarde tuve de nuevo la oportunidad de visitar la Sierra y, mientras recorría un sendero de montaña, tras una curva en el camino, me encontré con un grupo de cuevas convertidas en paupérrimas viviendas, un espectáculo que era cualquier cosa menos una atracción turística, a no ser que alguien sintiera un atractivo morboso por la miseria ajena.

Recordaba este episodio de mi vida mientras leía los reportajes de dos norteamericanos que visitaron Cuba y que narran sus experiencias en tono de sobreviviente de safaris.

Los visitantes fueron Patrick Simmes y Julia Stiles. Ambos, independientemente uno del otro, estuvieron por allá, turisteando. Dos casualidades, parecería. Pero yo digo que dos casualidades marcan una tendencia: parece que Cuba la exótica se está poniendo de moda entre los ávidos de sensacionalismo y aburridos estadounidenses.

Lo más triste del caso es que lo exótico no es la naturaleza o la fauna o los bembés de nuestro país: es la depauperación de la sociedad y la economía cubana, la nación derrumbada y detenida en el tiempo, eso lo que atrae a esta gente. El colmo es que Simmes alardea en su relato de cómo se insertó en la “mecánica” de la bolsa negra, lo cual es un delito, si no recuerdo mal, llamado receptación: a tal extremo puede llegar el desprecio por un país que no entienden y que, en realidad, no les interesa.

Nosotros los cubanos sabemos de necesidades y miserias. Pero aun en nuestra sala mal amueblada, en medio de un apagón, y sin que nada que se pareciera a una esperanza estuviera a la vista, conservamos nuestro orgullo y nuestra dignidad como seres humanos.

Aunque es mucho pedir sería muy positivo que, antes que Discovery o National Geographic vayan a filmar su reality show, alguien les explicara que Cuba no es un zoológico ni la terrible vida de los cubanos un objeto de exhibición. Ya es más que suficiente con los european trash y su turismo sexual.





PD: Sin embargo debo admitir, en medio de mi disgusto, que me encantaría ser el anfitrión de Julia Stiles, tan monona ella, sexy que se revienta...

4 comentarios:

  1. Sobreviviente, no? Hay que ser rubia y gringa...Que la suelten de verdad en Cuba, sin pasaporte y sin boleto de regreso a ver cuantos días sobrevive.
    Y en cuanto a la bolsa negra, ni los que crecimos allá sabemos a ciencia cierta cómo funciona su mecánica, tan complicada es. Que no jorobe.

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  2. Yo la recojo en mi casa, mira tú...

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  3. ¿Y allá no tenías ya a la cabeza'e'clavo que mordió la perra consular? ¿No será que estás almacenando a las chiquitas en una gaveta, como el Sargento-mayor-y-menor-mariscal-de-campo-pata-de-chivo, o peor aún, en un solar guanabacoense?

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